com El 7 de julio de 1883, llegamos a Ankober, tras haber dejado París el 4 de enero. Fuimos recibidos con mucha cortesía por el “azage” Ouelda-Tadick, primer ministro del rey; se trata de un hombre alto, de fisionomía que denota inteligencia y distinción. Llevaba el traje nacional de los Abisinios, una especie de tela blanca de algodón con franjas de color rojo llamada chama, que de día sirve como vestido y que se utiliza de noche como manta; por encima llevaba un albornoz de terciopelo azul y estos tres colores así unidos, nos recordaban a nuestra bandera nacional.
Todas las grandes figuras tienen “azages”, se trata de los intendentes de sus casas; pero el del que hablamos aquí es una de las personalidades más importantes del país; se trata de un verdadero primer ministro; su cargo es, efectivamente, el de las relaciones con el exterior, los asuntos comerciales, la administración de los bienes personales del rey, la superintendencia de aduanas y mercados. También se encarga de la vigilancia de los musulmanes aceptados en el reino del Choa, del gobierno de la villa de Ankober y de las provincias vecinas.
Ankober está construida sobre dos colinas bajas; una de ellas, a la cual se accede por un camino terrible y rápido, presenta la casa del rey o ghebiI , la otra es la que guarda la ciudad; casas pequeñas y circulares, cubiertas de paja, graciosamente escalonadas sobre un flanco de la colina y rodeadas de hayas vivas, de pequeños cercos dispuestos en forma de gradas donde se cultiva cebada cuyo color destaca muy afortunadamente con el fondo verde, dando a este lugar visto desde lejos un aspecto bastante pintoresco; por desgracia, unas calles estrechas, tortuosas, llenas de piedras, donde es muy difícil caminar a pie, y en las cuales un olor nauseabundo proveniente de la aglomeración de habitantes sin higiene alguna hacen que el viaje sea bastante desagradable. La población de Ankober es estacionaria, se trata de obreros del rey así como artesanos cuya posición es la del sedentarismo; sastres, joyeros, tejedores, herreros, tintoreros,